Un día más comienza, y el verano va tornando a su fin. El verano, esa época en la que se aglutinan la mayoría de las ferias de nuestro país, unos días llenos de diversión, música y atracciones para grandes y pequeños, pero ¿es igual para todos o seguimos olvidándonos de una parte importante de la sociedad?
Hoy os traigo la historia de Rubio, un labrador de unos 8 años aproximadamente, pero para su dueño Juan, era mucho más que un amigo que le hacía compañía, Rubio era perro guía, así que era los ojos de Juan, el que le acompañaba durante las 24 horas del día y le ayudaba a poder desenvolverse.
Esta historia ocurrió hace unos días, pero no ha sido hasta hoy que he encontrado palabras para poder expresar lo que pasa por mi mente.
<<Durante la celebración de las fiestas de Monachil, Juan llamó al ayuntamiento para solicitar que no continuasen con la pirotecnia en estas fiestas, ya que su perro entraba en pánico, al igual que otros muchos de otras familias, también les recordó que esta pirotecnia afecta a personas mayores, personas con problemas cardiacos o con TEA, impidiéndoles disfrutar de esta celebración en las mismas condiciones que el resto de habitantes del pueblo.
El ayuntamiento le contestó que como el programa de fiestas ya estaba confirmado iban a continuar con él, y así lo hicieron. Dos días después de esta llamada, comenzaron de nuevo a sonar esos cohetes, Rubio estaba en la terraza de su casa, en cuanto Juan escuchó el primer cohete salió a ver como se encontraba su compañero, pero no lo encontró, Rubio entró en estado de pánico y huyó, al igual que lo hicieron otros muchos perros de otros vecinos de Monachil, algunos fueron encontrados a más de 10km de sus casas, pero Rubio no tuvo tanta suerte. Policía Local, Protección Civil y vecinos comenzaron a buscar a Rubio, al que unas horas después encontraron en el fondo de un barranco.>>
Se puede adiestrar a los perros, pero no para soportar ese ruido estridente, algunos parecen ser inmunes a él, pero para otros supone vivir una situación de pánico y miedo que incluso puede llevar a provocarles un infarto.
Puedo hablar con conocimiento de causa, ya que en casa tenemos dos perros, ambos son guías, uno ya jubilado y otra más joven que se encuentra en activo. Durante las fiestas de nuestro municipio, Albolote, tuve que llevarme a la pequeña al garaje del edificio, y meterla en el coche para aislarla todo lo posible de ese sonido provocado por los cohetes, no dejaba de temblar y jadear y luego tenía miedo de volver al piso.
Aunque he centrado este post en Rubio, también debemos pensar en personas con TEA, con problemas de corazón o sensibilidad al sonido, que sufren igual que nuestros peludos.
No estoy en contra de los castillos de fuegos artificiales, estoy en contra de que estos se acompañen de una explosión que haga temblar incluso los cristales de las casas cercanas, ¿es tan difícil quitarle el sonido y dejar solo la parte visual? Y si no pueden hacer esto simplemente deberíamos comenzar a erradicar de nuestras fiestas esa costumbre que es todo menos inclusiva.
Vuela alto Rubio, entre todos conseguiremos que una tragedia como ésta no vuelva a ocurrir.
*La foto al pie de esta publicación es de nuestro perro Xaul, elegida porque es del mismo color de Rubio, para quien va dirigido hoy este post.*